Poema de Islandia

Ilumina, triste sol,
poderoso inagotable
que caminas solitario
por nubes rojizas.

Resta tuya fuerza
la espesa neblina
que rodea tus finos rayos débiles.

Y tan humildes son tus rayos
que buscan su reflejo
en el calor de los ríos.
Dulce calor…

¡No ilumines ya más triste sol!
Con la nada me basta…

—— *** ——

Hace menos de un mes estuve de viaje por Islandia. En ese viaje me enamoré sinceramente de un paisaje infinito y acogedor, y pude comprender totalmente el por qué de las creencias islandesas en trolles, hadas y brujas. Todo parecía tan misterioso.

El poema lo escribí en el avión, camino de vuelta.

El verano en Islandia parece interminable. Debido a su situación geográfica, no anochece casi nunca. Yo llegue justo los días del solsticio de verano, donde el sol no se escondía en toda la noche. Ello me hizo pensar en la luz cansada del sol, que por la noche parecía agotada, y su personificación.

Un día me bañé con mi madre en un río de agua termal caliente, y en el camino de vuelta nos encontramos con un precioso arcoiris, a las doce de la noche, entre ríos, cascadas, cañones, géisers y el visible pero lejano mar. Yo me enamoré del lugar.

Y después, esos paisajes infinitos que no parecían acabar nunca, donde no habitaba nada ni nadie, encendieron el poeta en mi persona y completaron un viaje perfecto, donde, a demás de vivir nuevas experiencias rodeadas por ballenas, cataratas, glaciares, y personas geniales, me hicieron sentir en paz conmigo mismo.

Pero contarlo no es lo mismo que vivirlo.